Respecto a la salud mental, la hospitalidad es un tema central, el ser bien recibido, cuidado, tratado con dignidad. Cabe decir incluso decir que vivimos en tiempos en los que se requiere una hospitalidad radical. Tenemos miedo a veces de la radicalidad, pero también a veces es necesario jugar fuerte, sin dejar de ser cuidadosos. La hospitalidad radical es una forma de tratar la salud mental que ya ha tenido resultados muy interesantes alrededor del mundo, iniciando con Trieste en Italia y recientemente en Los Ángeles (https://www.heartforwardla.org). No es nada nuevo, es casi una ley fundamental de la humanidad, recibir a quien viaja, a quien le falta el alimento, el techo un lugar para el aseo, para calmar el dolor y las heridas del viaje, dar al viajero lo mejor que tenemos.
Hasta ahora se ha pensado que la salud mental es una cuestión de individuos, con pensamientos o comportamientos “equivocados”, “enfermos”. Esto ha llevado a etiquetar a quien se encuentra en la calle viendo cosas que nadie más ve como un criminal. No es un crimen caer en la alucinación o el delirio, si lo es la tortura y los malos tratos que a lo largo de muchos años pueden llevar a una persona a desarrollar estas condiciones. Así mismo se criminaliza a quien consume sustancias para apartarse de la realidad, o bien a quien pasa de un territorio a otro para vivir con mayor tranquilidad. La hospitalidad radical implica entender cómo la deshumanización en el trato puede llevar a la desorganización del pensamiento y el comportamiento. Por otra parte, recurrir a los modelos médicos que parten de la enfermedad y su atención como enfermedad tampoco nos ha funcionado, protegerse del sufrimiento con el delirio, no es una enfermedad.
Es prioritario brindar condiciones de cuidado indispensables: el techo, la comida, el aseo. Aunado a esto espacios de escucha, de acompañamiento, esto genera y sustenta la salud mental, no los pensamientos positivos, el ser absurdamente optimista. Otra cosa es que tengamos una actitud hospitalaria con nosotros mismos y con los otros. Procurarnos la comida, el cobijo y el aseo, pedirlo, reconocerlos como bienes a los que no podemos renunciar, bienes que pueden ser compartimos y no pueden negarse a nadie. Salud mental es reconocer en nosotros mismos la dignidad que nos es inherente, el derecho de ser, hacer y sentir en el mundo que tiene todo ser sintiente.
La deshumanización, por otra parte, no afecta solamente a quien se desplaza de un territorio a otro, al deshumanizar a otros nos deshumanizamos. Es importante preguntarnos por el grado de anestesia con que necesitamos vivir para ver a otro lado mientras hay personas en toda la zona fronteriza buscando lo indispensable. Una propuesta interesante para explorar es el cambiar la apuesta por los fármacos psiquiátricos, por la apuesta a favor de los tratos dignos, por la hospitalidad, medicalizar menos, cuidar más. La hospitalidad radical implica no dar lo indispensable, sino lo mejor que tenemos, lo que quisiéramos recibir estando en la condición del otro.
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